jueves, 28 de febrero de 2013

Mesura y proporcionalidad


Cuando nos equivocamos, por aportar datos sin contrastarlos, merecemos ser tratados de cantamañanas o mejor sería “Cantatuiteros” si lo hemos producido en twitter. Pero la rectificación, cuando comprobamos que los datos que hemos dados no se ajustan a la realidad, nos cambia la titulación de “ser” cantatuiteros a lo “fuimos mientras duró el equívoco”.

Hay otro tipo de “cantatuiteros” y “cantamañanas” a secas, también afectados por el llamado “síndrome del taxista” Son los que solucionan los asuntos de manera contundente, con dos pares de c… Ejemplos: el concejal de IU que pidió el empalamiento para el diputado de UPyD Toni Cantó y las juventudes que han pedido la ilegalización de UPyD con comentarios de este de este tipo: “¡El terrorismo mata –dicen – y vuestra ideología también!"

domingo, 24 de febrero de 2013

El mal en una palabra



Si consigues encontrar al responsable del “Mal”  en una sola palabra: “demonio”, “capitalismo”, “comunismo”, “judíos”, etc.  Lo siento profundamente por ti y por mi. Has entrado en una secta ideológica, política o religiosa y es muy difícil salir, si es que se quiere. Habitualmente el sectario se encuentra muy a gusto en ella.

                                                      Sancho Quijano

viernes, 22 de febrero de 2013

¿Y si se equivocan 18 millones de personas?

 
 
 

De víctimas, políticas y políticos JOSEBA ARREGI, EL CORREO 22/02/13


 El bien máximo de la política que es la posibilidad de convivir los diferentes en libertad


De víctimas, políticas y políticos

JOSEBA ARREGI, EL CORREO 22/02/13

Las políticas concernientes a la crisis económico-financiera que atravesamos son, sin duda, lo más importante que deben resolver las instituciones políticas. En la misma medida, la renovación de la moral pública, en el sentido más amplio del término, es una tarea urgente que deben acometer los responsables políticos, sin que los ciudadanos estemos exentos de hacer lo que nos corresponda. Pero la política vasca tiene otro elemento de relevancia y significado especial que no les queda a la zaga: la gestión de la derrota de ETA, la narrativa que cuente los años de terror de ETA, la memoria de las víctimas, la consolidación de las garantías de la convivencia en libertad.

Pero, además de la crisis, además de la corrupción, hay otro problema que afecta gravemente a la política vasca: el descrédito de las palabras, el abuso de los términos, el mal uso del lenguaje, la arbitrariedad con la que usamos el lenguaje que termina ocultando más que lo que deja traslucir de la realidad. Por eso siempre es necesario volver al esfuerzo de clarificar los términos.

1.- La verdad de las víctimas. Hace años que se comenzó a decir que no podía haber verdad de las víctimas, porque éstas, sus asociaciones, estaban divididas y las víctimas eran plurales. Esta afirmación constata un hecho. Pero oculta que la verdad de las víctimas no se halla en lo que piensan las asociaciones de víctimas. No se halla siquiera en lo que pensaban en vida las víctimas primarias, las asesinadas por ETA. La verdad de las víctimas se halla en la intención de los verdugos: las liquidaron, las instituyeron víctimas, asesinándolas, por ser obstáculos al proyecto político de ETA, porque su asesinato estaba al servicio de ese proyecto político. Esa es la verdad objetiva de las víctimas, a cuyo servicio deben estar las asociaciones de víctimas.

2.- No todas las víctimas son iguales. Si la verdad de las víctimas radica en la intención de los verdugos, las víctimas de ETA son un grito que cuestiona la legitimidad del proyecto político que exigió su sacrificio, en sentido literal. Ese proyecto político es la Euskal Herria independiente y socialista que exigía ese sacrificio humano. La verdad de las víctimas del Batallón Vasco-Español y de los GAL radica en la intención de estos de volver a una España centralista, no demócrata en cuanto negación de España como Estado de derecho, proyecto que queda cuestionado radicalmente en cada una de las víctimas de esos grupos terroristas. El Estado de derecho que es España ha condenado este terror en el espacio adecuado: la justicia, que es uno de sus pilares fundamentales. ETA y su entorno no han condenado ni un ápice de su historia de terror.

3.- Todo el mundo tiene derecho a dejar atrás épocas de su historia. No hay nada que objetar a esta afirmación. La pregunta que se debe formular es otra: hacia dónde se dirige el que se aleja de un lugar poco conveniente –HB–. Alguien se puede alejar del mundo de HB, pero no para caminar hacia la democracia, el Estado de derecho y la cultura constitucional, sino para colocarse en un limbo estético que pretende llenar los vacíos metafísicos de Euskadi. En este país en el que la metáfora de la bajada del monte ha tenido tanta importancia –HB/Batasuna tenía que bajar del monte a ETA, el PNV tenía que bajar del monte a Batasuna, el PSE tenía que bajar del monte al PNV, con el riesgo de que todos se quedaran en el monte, o a medio camino perdidos en las brumas de la campa de Urbía– es preciso recordar que alejarse del monte significa bajar al valle, y el valle está claramente definido: democracia como Estado de derecho, aconfesionalidad como renuncia a constituir políticamente una sociedad sobre una identidad determinada, sobre un determinado sentimiento de pertenencia, cultura constitucional en el sentido de sociedades abiertas, hacia el exterior superando la soberanía, y hacia las diferencias del interior de la sociedad, aceptando la heterogeneidad social como condición de democracia.

4.- La convivencia democrática se fundamenta en el derecho, en constituciones que garantizan libertades y derechos fundamentales, y leyes que establecen las condiciones en las que se practican esos derechos y libertades fundamentales. Mucho se habla del derecho a la reinserción de los presos de ETA. Es innegable. La pregunta es: ¿dónde se tienen que re-insertar los presos? ¿Qué es lo que han roto con sus crímenes, con sus asesinatos los presos de ETA? El bien máximo de la política que es la posibilidad de convivir los diferentes en libertad. Eso es el Estado de derecho. Eso es lo que han roto los presos de ETA con sus crímenes. En eso es en lo que se deben reinsertar: en el espacio público que garantiza los derechos y las libertades fundamentales de las personas que, como diferentes y en su diferencia, forman la sociedad.

6.- El problema de la convivencia democrática es una cuestión política. Y porque es una cuestión política debe ser acometida con instrumentos políticos, en el plano de la política, y no en ningún otro ámbito. La convivencia democrática es una cuestión de cómo se constituyen las sociedades políticamente –nunca desde el principio de mayorías absolutas, basta ver el (mal) ejemplo de la llamada ‘primavera árabe’–, de garantizar en derecho las libertades fundamentales –el derecho a una identidad distinta a la de la mayoría, el derecho a la libertad de conciencia y de sentimiento de pertenencia, el derecho a la libertad de expresión, es una cuestión de leyes, y en ese sentido de virtudes cívicas–. Sólo a partir de reconocer este ámbito estrictamente político se pueden introducir términos como el perdón o la reconciliación, términos religiosos. Pero ir directamente a éstos esconde la voluntad de huir del ámbito de lo estrictamente político, de la democracia, del derecho y de la cultura constitucional, y no enfrentarse con el problema.

JOSEBA ARREGI, EL CORREO 22/02/13


viernes, 8 de febrero de 2013

La indignación proscrita, de Fernando Savater en El País



En la España actual, la indignación es un sentimiento bien visto y que despierta anchas simpatías. No me refiero solamente a los indignados del 15-M, de los que solo oigo hablar con admiración teñida de nostalgia: ya está claro que son —o fueron, o serán— la sal de la tierra. Pero la ola airada va mucho más allá y por desgracia la cenagosa actualidad política que vivimos parece garantizar su perpetuación multiforme. Por ejemplo, a las dos horas de aparecer en este periódico la contabilidad autógrafa y clandestina atribuida al turbio Bárcenas, ya estaba en volcánica marcha la recogida en Internet de firmas pidiendo la dimisión en bloque de toda la cúpula del PP. ¡Para qué más averiguaciones, ni presuntos ni leches: todos a la calle o mejor a la cárcel! Santa y comprensible cólera, como la de los damnificados por las preferentes, los profesionales de la sanidad pública amenazada o los usuarios de las urgencias clausuradas, por no mencionar a quienes abominan de una educación recortada que va a disputar a los jíbaros el triste récord en achicar cabezas…
Ya digo, se compartan más o menos los detalles de estas manifestaciones de descontento, toda la gente de bien y progreso siente por ellas comprensión o franca simpatía. ¡Qué menos, en vista de la que está cayendo y lo que se están llevando! Ah, pero hay una indignación, al menos una, quizá solo una, que recibe menos sufragios positivos que recelos en la opinión pública progresista. Me refiero a la indignación de las víctimas del terrorismo etarra. Sus protestas más o menos destempladas, sus muestras de desacuerdo con la política seguida por partidos e instituciones respecto a los presos de la banda o a los herederos políticos de esta, son vistas con incomodidad en el mejor de los casos y con franco desagrado en el peor. Se las avecina con la parcela poco recomendable de la extrema derecha y se deplora su intransigencia, incluso su obnubilación.
Las protestas ciudadanas y manifiestaciones de descontento despiertan comprensión y simpatía entre las gentes de bien y de progreso
Los más caritativos suponen que alguien —la versión actual de la clásica conspiración judeomasónica de toda la vida, supongo— está manipulando sus sentimientos, pues por lo visto las víctimas son más manipulables que cualquier otro grupo de indignados. Los más agresivos no se recatan en llamarles “vengativos” y deploran que sean un obstáculo para conseguir por fin la paz. ¡Ay, la paz! Parafraseando a Madame Roland, ¡cuántos crímenes se perdonan o se olvidan en tu nombre!
A fin de cuentas, tanto si se comparten como si no, los motivos de indignación de las víctimas son fácilmente homologables a otros mejor aceptados por la gente que, con disculpable autoindulgencia, se considera progresista. A la mayoría de las víctimas les irrita ver legalizado un partido político formado por quienes siempre han apoyado a ETA, han repudiado sistemáticamente todas las medidas antiterroristas (desde la Ley de Partidos hasta las últimas detenciones de activistas armados), comparten los objetivos políticos de la banda y, aunque proclaman su renuncia actual al uso de la violencia, nunca han condenado su sanguinario ejercicio en el pasado. ¿Reconocen el daño causado? Bueno, los terroristas ya saben que hacen daño, precisamente para eso son terroristas. Encuadran estos perjuicios en el amplio marco de un conflicto del que no son responsables y en el que también ellos han padecido, como los demás. ¿Es pura intransigencia el enfado de las víctimas? Imaginemos que en lugar de crímenes terroristas estuviésemos hablando de delitos de corrupción económica y de un partido que los ha justificado en el pasado, que no los condena hoy y que acoge a quienes los cometieron disculpándolos por las circunstancias políticas generales, aunque —¡eso sí!— prometiendo no volver a las andadas. ¿Nos extrañaría que despertase la indignación de muchos, sobre todo de los más damnificados por tales latrocinios?
La indignación de las víctimas del terrorismo etarra, en cambio,  son vistas con incomodidad o con franco desagrado
También enfurece a las víctimas el intento de establecer una especie de memoria oficial de lo sucedido en las últimas décadas que parece diluir el terrorismo en una niebla de atropellos generalizados de distinto signo. Sobre ciertas cuestiones es mejor dejar la palabra a los historiadores, no tratar de pactar una verdad única entre quienes han padecido y protagonizado los sucesos en litigio. Como bien dice Tony Judt: “El verdadero problema es que cuando una comunidad habla de ‘contar la verdad’ no solo pretende maximizar con su versión su propio sufrimiento, sino que a la vez minimiza implícitamente el sufrimiento de otros” (Pensar el siglo XX).

Para quienes deben convivir, a la espera del dictamen o los dictámenes de la historia, el mejor punto de acuerdo es el respeto a la ley y la aplicación de la justicia. Las víctimas tienen motivos para suponer que se les quiere hurtar tal compensación: la cámara vasca acaba de rechazar, con los votos de PNV, PSE y EHBildu, la petición de que inste al ministerio correspondiente a esclarecer cuanto antes los 326 crímenes de ETA aún sin resolver. Por lo que algunos aseguran, ese apremio no ayudaría en el momento presente… Imaginen que se dijese algo parecido respecto a los asuntos de corrupción aún pendientes, los cuales —por graves que sean— son de menor gravedad que los asesinatos y atentados. ¿No se levantarían voces indignadas? Es este contexto el que explica las protestas sublevadas por el nombramiento de Jonan Fernández. Sin prejuzgar sus intenciones, es evidente que ni en el pasado ni en el presente se le conocen pronunciamientos a favor de que los culpables de actos terroristas se reconcilien no con sus víctimas —algo deseable pero que pertenece al reino de lo subjetivo— sino con la objetividad democrática de la legalidad y sus sentencias. De ahí la desconfianza preventiva que despierta.
Si resulta indecente tolerar la corrupción económica alegando que “todos han incurrido en ella”, menos aceptable es aun dar carpetazo a delitos de sangre
Y desde luego está el tema de los presos, juzgados y condenados por delitos terroristas. No sé si, como insinúan algunos correveidiles sectarios, hay víctimas que les niegan su derecho constitucional a la reinserción. Lo que resulta evidente es que ETA no quiere que disfruten de él. Es la fidelidad a los dictados de la banda (transmitidos verosímilmente por algunos abogados que pueden llegar hoy a senadores) lo que les impide cumplir los requisitos que legalmente les permitirían alcanzar beneficios penitenciarios individuales. ETA quiere reinsertarse socialmente a costa de ellos y que cuanto alcancen sea como batallón y por fidelidad a sus méritos de guerra. Fue eso precisamente lo solicitado en la manifestación de Bilbao, organizada por la actual variante de Batasuna y apoyada por notorios figurones del retroprogresismo hispánico. Consistió en una reivindicación de los presos en cuanto bloque sin fisuras al servicio del terrorismo, no de sus derechos como penados que solo mutilan quienes les manipulan. Y para colmo, a quienes se oponen a esta exaltación del delito se les llamó en ese mismo acto “enemigos de la paz”…
Desde luego, las víctimas del terrorismo —que no todas piensan igual— pueden equivocarse como cualquiera. Pero lo indiscutible es su derecho a indignarse como tantos otros colectivos que se consideran injustamente tratados. Si resulta indecente tolerar la corrupción económica con la excusa de que “todos han incurrido en ella”, aún menos aceptable es tragar la corrupción moral que pretende dar carpetazo a delitos de sangre por aquello de que “todo vale con tal de que no vuelvan a matar”. ¿O es que vamos a aceptar que hacer la vista gorda ante latrocinios públicos puede hundir al país, mientras que recompensar a los justificadores y beneficiarios políticos de crímenes es el camino para consolidar la paz?
Fernando Savater es escritor.

domingo, 3 de febrero de 2013

Articulo de Arcadi: Espada El sistema (operativo)



El sistema (operativo)


ARCADI ESPADA, EL MUNDO 02/02/13

· Niños y viejos coinciden. Unos porque no han visto nada. Otros porque están a punto de dejar de verlo todo. La situación es de emergencia. En vano se espera al articulista que se erija en la conciencia de la nación. El Apocalipsis estalla fuera de los periódicos, en una tierra de nadie, a medio camino entre la intemperie y el cerebro. España es trending topic, y los nombres propios sólo son trending topics cuando están muertos. Niños y viejos, ya digo, protagonizan el griterío. Menos mal que existe el centrocampismo de la vida, tú y yo mismos, finos y pletóricos, Velázquez.

La situación es grave, gravísima. Un yerno del Rey está acusado de delitos fiscales y tráfico de influencias. Es probable que la responsabilidad alcance a la Infanta Cristina, la catalana, que decían en los felices tiempos de la Caixa. La situación recuerda mucho, por su gravedad, la de aquellos días en que el dúo La Rosa en el Prado cantaba las mañanitas al Rey de España. Entonces también empezó a actuar la Justicia. ¡La Justicia!: Fiat justitia et pereat mundus. Pero se paró. ¿Cuándo fue eso, amigo mío? ¿Veinte años? Fíjate que diría que han pasado 20 siglos.

La situación es grave, gravísima. Se anuncia que un tesorero del partido del Gobierno, ya apartado de su cargo, tenía dinero en Suiza y probablemente ilegal. En la mejor de las hipótesis colectivas ese dinero estaría vinculado a sus supuestas podredumbres privadas. En la peor, a Gürtel y la financiación del Partido Popular. La Filesa del PP, eso es lo que recordarían los viejos analógicos si no lo hubieran olvidado todo. Pero te insisto, para eso estamos nosotros.

La situación es grave, gravísima. Los tesoreros son gente peligrosa. Uno chileno que echaron del PSC -otra vez la pista catalana- se vengó desvelando Filesa, primero a los periódicos catalanes, que no se mostraron interesados, y luego a los periódicos. Según García-Abadillo, aún no se sabe del todo si lo de Bárcenas es venganza o chantaje. Pero parece que hay una serie de anotaciones contables con su letra manuscrita que indican que el presidente del Gobierno y otros dirigentes populares cobran en negro desde sus años mozos.

Ahora habrá que demostrarlo. Nosotros recordamos bien que hace menos de 20 años no pudo demostrarse que el presidente Felipe González fuera la cruz y raya de los GAL. Pero sí pudieron demostrarse otras cosas que acabaron 1/con el responsable del Banco de España en la cárcel; 2/con el director de la Guardia Civil en la cárcel; 3/con el fin de la carrera política del vicepresidente del Gobierno; y 4/con el ministro del Interior en la cárcel. En fin, tú te acordarás muy bien. ¡Nueva Constitución! ¡Pacto de Estado! ¡República! ¡Federalismo! Así se desgañitan. Te acordarás que entonces ni siquiera hubo que adelantar demasiado las elecciones.

La situación es grave, gravísima. Hay seis millones de parados. Estoy de acuerdo. No hay nada más grave en la vida de España. Pero, para empezar, los parados no deben contarse así. Contar los parados así es como contar los resultados electorales sin atender a la participación. Hay un 26% de paro. Una anomalía brutal en las estadísticas del primer mundo. Un punto y medio porcentual más del paro que había en 1994. El paro se mejoró trabajando, recordarás.
La situación es grave, gravísima. El partido que gobierna en Cataluña, su principal aliado parlamentario y los comunistas han suscrito por tercera vez en la Historia una declaración en favor del derecho a la autodeterminación. Insisten. Cuando entonces, ¿recuerdas, hace ¡ocho años!?, no sólo era el presidente Ibarretxe (plan.etxe) el que se enfrentaba a la ley por la nación, sino que lo acompañaba un grupo de asesinos, pistola en mano.

Y como lo nuestro es el centrocampismo, mas no la viciosa melancolía, lo dejaremos aquí, sin ir a los primeros 80, cuando asesinaban un hombre cada tres días, el paro real rozaba el 30% y un guardia civil levantaba la voz, el brazo y la pistola en pleno Parlamento.

Aquellos años, precisamente, en que España empezó a comportarse como una nación adulta, supo que la revolución había terminado y eligió, desde la pura hez franquista, el camino de la continuidad. Es decir, apartó de sí las ilusiones pueriles. Ahora vuelve la revolución. Pero su cariz más frívolo e indignante es que los revolucionarios tuentis sólo se apuntan al mágico instante final en que los problemas se habrán resuelto y descorreremos de nuevo el telón del mundo. Los viejos revolucionarios tenían al menos la grandeza y la honradez de prever un dilatado proceso, al que no ahorraban ni horizonte ni sufrimiento y al que llamaban, sin cohibirse un pelo, la dictadura del proletariado.

Los de ahora van a separarse de España, van a redactar una Constitución, van a obtener el pleno empleo y van a dejar los balances contables de bancos, partidos y empresas más limpios que una patena: van a hacer, en fin, esa tortilla prodigiosa, sin romper un solo huevo. Eso sí: tocándonoslos fríamente a las personas centrocampistas y adultas. Y demostrando que sólo por ellos, esa vacua digitación insolvente que cree que el mundo puede cambiarse como se cambia de sistema operativo, la situación puede calificarse, en efecto, de grave, gravísima.

ARCADI ESPADA, EL MUNDO 02/02/13