martes, 16 de marzo de 2010

anmistia, memoria historica

A finales de 1974 me licencie del ejército y me incorpore al poco tiempo a la lucha antifranquista, en una empresa de Madrid llamada Ferodo, justo enfrente de lo que hoy es la sede del diario El Pais.


Una de las grandes reivindicaciones era la ANMISTIA; un cuadro de Genovés, camino de reconciliación, estuvo bastante tiempo puesto en la pared de mi casa.


Hago este prologo a raíz de los comentarios de la Ley de Amnistía que se están haciendo en los últimos tiempos por el ultimo asunto del juez Garzón.

Destaco del blog de Santiago González los razonamientos al articulo de Nicolás Sartorius publicado en El País de 15 de marzo titulado “La Ley de Amnistía no ampara al franquismo”. Considero de interés el extracto de la ley de Amnistía, la intervención íntegra del diputado del PCE Marcelino Camacho (al final del post)y la posición política del PCE
¿No es evidente que los hechos que no nos complacen tendemos,tal vez el sbconsciente, a no verlos?


Pleno del Congreso de los Diputados. 14 de octubre de 1977. Debate de la Ley de Amnistía. Intervención del diputado comunista Marcelino Camacho Abad*:

El señor CAMACHO ABAD: Señor Presidente, señoras y señores Diputados, me cabe el honor y el deber de explicar, en nombre de la Minoría Comunista del Partido Comunista de España y del Partido Socialista Unificado de Cataluña, en esta sesión, que debe ser histórica para nuestro país, en honor de explicar, repito, nuestro voto.

Quiero señalar que la primera propuesta presentada en esta Cámara ha sido precisamente hecha por la Minoría Parlamentaria del Partido Comunista y del P. S. U. C. el 14 de julio y orientada precisamente a esta amnistía. Y no fue un fenómeno de la casualidad, señoras y señores Diputados, es el resultado de una política coherente y consecuente que comienza con la política de reconciliación nacional de nuestro Partido, ya en 1956.

Nosotros considerábamos que la pieza capital de esta política de reconciliación nacional tenía que ser la amnistía. ¿Cómo podríamos reconciliarnos los que nos habíamos estado matando los 'unos a los otros, si no borrábamos ese pasado de una vez para siempre?

Para nosotros, tanto como reparación de injusticias cometidas a lo largo de estos cuarenta años de dictadura, la amnistía es una política nacional y democrática, ala única consecuente que puede cerrar ese pasado de guerras civiles y de cruzadas. Queremos abrir la vía a la paz y a la libertad. Queremos cerrar una etapa; queremos abrir otra. Nosotros, precisamente, los comunistas, que tantas heridas tenemos, que tanto hemos sufrido, hemos enterrado nuestros muertos y nuestros rencores. Nosotros estamos resueltos a marchar hacia adelante en esa vía de la libertad, en esa vía de la paz y del progreso.

Hay que decir que durante largos años sólo los comunistas nos batíamos por la amnistía. Hay que decir, y yo lo recuerdo, que en las reuniones de la Junta Democrática y de la Plataforma de Convergencia, sobre todo en las primeras, se borraba la palabra "amnistía" ; se buscaba otra palabra porque aquella expresaba de alguna manera -se decía- algo que los comunistas habíamos hecho, algo que se identificaba en cierta medida con los comunistas.

Yo recuerdo que en las cárceles por las que he pasado, cuando discutíamos con algunos grupos que allí había de otros compañeros de otras tendencias -que después alguna vez la han reclamado a tiros- estaban también en contra de la palabra «amnistía».

Recuerdo también un compañero que ha pasado más de veinte años en la cárcel : Horacio Femández Inguanzo, a cuyo expediente se le llamó “e1 expediente de la reconciliación”, y que fue condenado a veinte años en 1956. Cuando monseñor Oliver, Obispo auxiliar de Madrid, nos visitaba en 1972 en Carabanchel, y le hablaba del año de reconciliación que abría la Iglesia, Horacio le decía: “Si quiere ser consecuente la Iglesia con la reconciliación, debe pedir también en este año la amnistía, ya que lo uno sin lo otro es imposible”. Y le explicaba que él había sido condenado a veinte años como dirigente del Partido Comunista de Asturias, precisamente por la amnistía, y que su expediente se llamó “el expediente de la reconciliación”.

Hoy podríamos citar más compañeros aquí: Simón Sánchez Montero y tantos otros, que hemos
pasado por trances parecidos, pero hoy no queremos recordar ese pasado ; hemos enterrado, como decía, nuestros muertos y nuestros rencores, y por eso, hoy, más que hablar de ese pasado, queremos decir que la minoría comunista se congratula del consenso de los Grupos Mixto, Vasco-Catalán y Socialista, y hubiéramos deseado también que éste fuera un acto de unanimidad nacional.

Todavía yo pediría a los señores de Alianza Popular que reconsideren este problema. Nosotros afirmamos desde esta tribuna que ésta es la amnistía que el país reclama y que, a partir de ella, el crimen y el robo no pueden ser considerados, se hagan desde el ángulo que sea, como actos políticos. Por eso hacemos un llamamiento a nuestros colegas de Alianza Popular de que reconsideren su actitud en este acto que debe ser de unanimidad nacional. En esta hora de alegría, en cierta medida, para los que tantos años hemos pasado en los lugares que sabéis, sólo lamentamos que, en aras de ese consenso y de la realidad, amigos, patriotas, trabajadores de uniforme, no puedan disfrutar plenamente de esta alegría. Desde esta tribuna queremos decirlo, que no les olvidamos y que esperamos del Gobierno que en un futuro próximo puedan ser reparadas estas cuestiones y restituidos a sus puestos.

También a las mujeres de nuestro país queremos indicarles que si hoy no se discute este problema, que si en esta ley faltara la amnistía para los llamados “delitos de la mujer” : adulterio, etc., les queremos recordar que el Grupo Parlamentario Comunista presentó una proposición de ley el 14 de julio que creemos que es urgente discutir y que vamos naturalmente a discutir. Pero, es natural, señoras y señores Diputados, que tratándose de un militante obrero, en mi caso, si hablaba antes de que era un deber y un honor defender aquí, en nombre de esta minoría, esta amnistía política y general, para mí, explicar nuestro voto a favor de la amnistía, cuando en ella se comprende la amnistía laboral, es un triple honor.

Se trata de un miembro de un partido de trabajadores manuales e intelectuales, de un viejo militante del Movimiento Obrero Sindical, de un hombre encarcelado, perseguido y despedido muchas veces y durante largos años, y, además, hacerlo sin resentimiento.

Pedimos amnistía para todos, sin exclusión del lugar en que hubiera estado nadie. Yo creo que este acto, esta intervención, esta propuesta nuestra será, sin duda, para mí el mejor recuerdo que guardaré toda mi vida de este Parlamento.
La amnistía laboral tiene una gran importancia. Hemos sido la (clase más reprimida y más oprimida durante estos cuarenta años de historia que queremos cerrar. Por otra parte, lo que nos enseña la historia de nuestro país es que después de un período de represión, 'después de la huelga de 1917 y la represión que siguió; después de octubre del treinta y cuatro y la represión que siguió, cada vez que la libertad vuelve a reconquistar las posiciones que había perdido, siempre se ha dado una amnistía laboral. Yo he conocido -mi padre era ferroviario en una estación de ferrocarril- que en 1931 todavía ingresaban los últimos ferroviarios que habían sido despedidos en 1917.

La amnistía laboral, pues, está claro que es un acto extremadamente importante, conjuntamente con la otra. Si la democracia no debe detenerse a las puertas de la fábrica, la amnistía tampoco. Por eso el proyecto de ley que hoy vamos a votar aquí tiene, además de la vertiente humana y política, otra social y económica para nuestro país.

Francia e Italia, al salir de la II Guerra Mundial, para abordar la reconstrucción nacional y la crisis, necesitaron el apoyo y el concurso de la clase obrera. Días pasados los representantes del arco parlamentario dieron los primeros pasos en esa vía ; la amnistía laboral será el primer hecho concreto en esa dirección que marcan los acuerdos de la Moncloa. No hay que olvidar que salimos de una dictadura en medio de una grave crisis económica, y que todos estamos de acuerdo en que hay que ir al saneamiento de la economía y a la reconversión nacional también, que esto no es posible sin el concurso de los trabajadores, que hay que llevar por ello este espíritu de la Moncloa al hecho práctico concreto de esa realidad.

Señoras y señores Diputados, señores del Gobierno, lo que hace un año parecía imposible, casi un milagro, salir de la dictadura sin traumas graves, se está realizando ante nuestros ojos ; estamos seguros de que saldremos también de la crisis económica, que aseguraremos el pan y la libertad si se establecen nuevas relaciones obrero-empresariales y si un código de derecho de los trabajadores las garantiza ; si conseguimos de una vez que los trabajadores dejemos de ser extranjeros en nuestra propia patria. Sí, amnistía para gobernar, amnistía para reforzar la autoridad y el orden basado en el justo respeto de todos a todos y, naturalmente, en primer lugar, de los trabajadores con respecto a los demás.

Con la amnistía saldremos al encuentro del pueblo vasco, que tanto sufre bajo diferentes formas, de todos los pueblos y de todos los trabajadores de España. Con la amnistía la democracia se acercará a los pueblos y a los centros de trabajo. La amnistía política y laboral es una necesidad nacional de estos momentos que nos toca vivir, de este Parlamento que tiene que votar. Nuestro deber y nuestro honor, señoras y señores Diputados, exige un voto unánime de toda la Cámara. Muchas gracias.

* El Diario de Sesiones del Congreso tiene un error en este punto. Donde debería decir Camacho Abad dice Camacho Zancada, que era el nombre del diputado de UCD por Ciudad Real Blas Camacho Zancada.

Publicado por Santiago González

jueves, 11 de marzo de 2010

¿la desmesura tiene limites?

¿Que opinas sobre Rosa Díez? ¿te sientes ofendido como gallego por lo que dijo?
» Me siento ofendido como gallego y como miembro de un sistema político que transige ante esas gilipolleces. Me gustaría ser mujer para darle un buen hostión y no incurrir en un delito de violencia de género!


Esta contestación es de un cómico llamado Rober Bodegas, maldita la gracia que tiene, lo de ostión a Rosa Diez claro ¿será maulets en su acepción gallega?. Ya sabemos que “el hombre es el más animal de los animales” o “el hombre es un lobo para el hombre” etc. y en el caso de Rober es un “hombre en el sentido mas peyorativo”; parece que le ponen las peleas de mujeres, como escarmiento para las malas, entiendo yo de sus declaraciones.


El Parlamento Gallego condena el tópico peyorativo de “Gallego” pero ¿que parlamento me puede reprobar lo de “hombre peyorativo” y tildarme de homófono? ¿ tal vez la ONU?. No se, no se hasta donde llega la escasez de razón.


Cada vez me siento mas marciano y no se si es en el sentido mas favorable.

miércoles, 10 de marzo de 2010

"Gallegos" y Rosa Diez

Un grano de arena en una discusion que tiene en Google 195.00 entradas

LAS GUERRAS DE TODA LA VIDA

Gallegos

Por Horacio Vázquez-Rial


Durante ocho generaciones, mi familia nació y hasta vivió partes de su vida –se sabe que viajamos mucho y se nos encuentra en todas partes– en Galicia. Cumplo de sobra con los siete apellidos que requería Sabino Arana, porque después del Vázquez, que puede prosperar en cualquier lugar de la Península, vienen Rial, Posse, Lema, Novas, Besteiro, Ouro, Fandiño y otros de igual enjundia. Sólo dos nacimos fuera: yo, en Buenos Aires, cierto que en el hospital del Centro Gallego, y mi tío Enrique, en La Habana, en un intento fracasado de emigración de mi abuelo, allá por 1910. Me permito, pues, ejercer de gallego; como, por lugar de llegada a este valle de lágrimas, me permito ejercer de argentino y, por extenso currículum barcelonés, me permito ejercer de catalán. Y, por supuesto, me permito ejercer de extranjero en Galicia, en Cataluña y en Argentina.

Pero esa especie de triple sello nacional no es nada cómodo de llevar, porque lo primero que mueve el aparato de suponer del que uno tiene enfrente es, en cada caso, lo más desgraciado del modelo elaborado desde el prejuicio: este tipo debe de ser soberbio como todos los argentinos, rácano como todos los catalanes y escurridizo como todos los gallegos.

No sé cuál es el "sentido más peyorativo" del término gallego. En algunas partes de América (Brasil, por ejemplo), la palabra misma suele ser despectiva. Imagino, sin que nada sostenga mi suposición, que Rosa Díez considera que lo peor de los gallegos es su capacidad para eludir cualquier intento de obligarles a definirse, a tomar partido, aquella mamarrachada de la escalera y el no saber si el hombre sube o baja. Pero resulta que el aludido, es decir, nuestro presidente, no es gallego, lo cual remite a otra cosa: la falsa caracterización del arquetipo implícita en la misma frase. Como quien, ante un avaro, dice que es catalán, o judío, o escocés, en el sentido más peyorativo de esos términos. O ante alguien de demostrada terquedad dice que es aragonés o vasco, con idéntica intención.

Tras la expulsión de judíos y moriscos, las Españas se quedaron sin referentes a mano para soltar veneno. El término ladino (uno de los nombres de la lengua judeoespañola y, por extensión, del judío) como sinónimo de persona taimada pasó al habla coloquial sin que, al emplearlo, se recuerde su origen remoto: la viva judeofobia hispana, encarnada lamentablemente por Quevedo. Desde entonces, los nacionalistas periféricos encontraron su identidad por oposición, y basten para ejemplificarlo las barbaridades de Arana referentes a la virilidad y la industriosidad del vasco, opuestas a la mariconería y la molicie de los maketos andaluces. Casi todos los anti

Hace unos años fui invitado a Cartagena en una fiesta del libro; la encantadora señora que me recogió en el aeropuerto, cuando mencioné la palabra Murcia a cuento de no sé qué, me espetó: "Yo no soy murciana, soy cartagenera". Acto seguido, se puso a hablar de los murcianos como un viejo nacionalista catalán franquista –mezcla más abundante de lo que se cree– ofendido por la inmigración: por alguna razón, los murcianos fueron objeto de desprecio preferente en la Cataluña de los cincuenta a los ochenta, pese a ser mayor el número de inmigrantes andaluces: quizá porque en el proceso de sustitución que llevó a la extinción del proletariado catalán como tal (lo explica Francisco Caja en su última obra, La raza catalana –en el mismo sentido étnico en que se habla de "inmigración" de españoles a Cataluña, una barbaridad aceptada hasta en el medio académico y a la que aún no he encontrado alternativa–) los murcianos precedieron a los andaluces, que empezaron a emigrar sólo cuando Sevilla fue borrada del mapa como polo de desarrollo, por conflictiva –Sevilla la roja, la de Pepe Díaz–, y se abandonó la incipiente industrialización.

El desprecio al inmigrante era esencialmente entonces el desprecio de la población urbana por los trabajadores de origen rural, cosa que cabe generalizar en el desigual proceso español de desarrollo a lo largo de los quinientos años que sucedieron al final de la Reconquista y la composición y descomposición del Imperio. Pero ese proceso no se dio en el interior de cada región, sino que la gente emigró del campo a las ciudades con industria –Barcelona, Bilbao, Madrid–, en lo que tendría que haber sido un camino hacia la integración étnica –ante todo, lingüística– de la nación española, algo que probablemente jamás lleguemos a ver, nosotros, pobres belgas o austrohúngaros.

En todo ese cuadro, el gallego fue el emigrante por excelencia: a América –el que en no pocos países se llame gallegos a todos los españoles no es un capricho, sino una consecuencia del número– primero, a algunos países europeos –Alemania, Suiza, Francia, Inglaterra, pero se decía, y muchos siguen diciendo, "Europa" como un territorio ajeno y lejano– después. Y en el interior de España, aunque tendiendo a los oficios urbanos más apartados de la industria: el taxi y los transportes públicos en general, la hostelería o el funcionariado armado, esto es, la policía o la Guardia Civil: en una época casi todos los puestos de Tranvías de Barcelona eran ocupados por gallegos.

Los gallegos no fueron integrados como clase obrera, y eso les mantuvo en cierta medida alejados del prejuicio de las clases dominantes, aunque no, en su papel policial, del prejuicio de las clases bajas. En América y Europa vivieron el destino de todo inmigrante: el desprecio del colectivo local si se mantenían en las capas sociales inferiores y un respeto receloso si hacían dinero, en cuyo caso sólo la segunda generación era aceptada como parte de la nación receptora.

Por otra parte, Galicia, en términos geo-económicos, continúa siendo una región comparativamente atrasada. Franco la desatendió por quién sabe qué oscuros fantasmas personales. Y en los gobiernos posteriores poco se hizo para que, en un país que vive en gran medida del turismo, y del turismo religioso, hubiese al menos un AVE Madrid-Santiago. Fraga gobernó hacia dentro, con una política galleguista no muy diferente de la de Pujol en lo lingüístico y promoviendo el galleguismo de un modo que hizo inevitable la aparición del BNG, que permitió a los socialistas gobernar en una alianza muy parecida a la que aún mantienen en Cataluña con ERC. No hay que olvidar que Don Manuel siempre albergó simpatías por los nacionalismos mal llamados históricos, y que como ministro de Franco impulsó el que los Premios Nacionales de Literatura empezaran a darse en vascuence, catalán y gallego –hablo de 1966, pero estos tipos juran que las suyas eran lenguas perseguidas–. Por eso no le molestó en absoluto el modelo de Estado autonómico elaborado en 1978.

Debe de ser muy irritante para los nacionalistas gallegos que Valle-Inclán dijera en su día, conminado a expresarse en gallego, que él escribía "en la lengua de veinte naciones y no en la de cuatro provincias", cosa que se puede considerar una declaración de principios bien clara, aunque lo haya dicho exactamente en la mitad de una escalera.

¿Por qué cada español detesta ser considerado igual a otro español nacido en una zona diferente del país, en lo bueno y en lo malo? Porque le han enseñado a ser así, y buenos cuartos que nos cuesta mantener ikastolas y escuelas monolingües en Galicia y en Cataluña para que ese maldito virus prolifere. ¿Y por qué reaccionan los gallegos públicos, más o menos profesionales de su galleguidad, como Julia Otero, que también funge de catalana y habla catalán cual nativa, rasgándose las vestiduras ante la expresión de Rosa Díez? ¿Qué hubiera pasado de haber dicho que el presidente era mentiroso como un gitano o que su actuación respecto de la crisis era una judiada? Bueno: el colectivo gitano está acostumbrado y el judío es demasiado minoritario para tener influencia electoral, además de ser inmune a la llamada de un partido como UPyD, que lleva a las europeas como punto preferente el ingreso de Turquía en la UE. Si hubiese dicho que es un maula (equivalente morisco del ladino), el enorme poder de la comunidad islámica en nuestro país no se hubiese movilizado; entre otras cosas, por desconocimiento del término.

La reacción de los gallegos más o menos profesionales es una reacción nacionalista, en el sentido más peyorativo del término, si se me excusa la reiteración de la cita. Los gallegos que se ofenden por estas pendejadas luchan poco por una Galicia bilingüe: imagine el lector cuántas veces podría haber invitado, entrevistado, elogiado o defendido Julia Otero a Gloria Lago. Estos gallegos no se preocupan por el AVE ni dieron una batalla contra el atraso asumiendo en su día la concentración parcelaria: al contrario.

Y, desde luego, ni le pasó ni le pasará por la cabeza a Rosa Díez decir de nadie que es un vasco en el sentido más peyorativo del término. Y ni siquiera aludirá a los catalanes. Todavía hay clases. españoles –anticatalanismo, antiandalucismo, etc.– esconden (mal) alguna forma de radicalismo en la pureza de sangre. Los más corrientes, aunque no los únicos, son la judeofobia en el caso catalán (oí muchas veces a mi abuelo decir que los catalanes, a los que detestaba sin motivo alguno, era judíos) y el antiarabismo en el caso andaluz (y preciso lo del antiarabismo porque la visión del Islam que el Romanticismo preparó para el colectivo español tras la dura Reconquista fue la de un califato y unos reinos entregados por entero a la sensualidad, muy alejada de cualquier realidad musulmana pasada o actual).

martes, 2 de marzo de 2010

La esencia de las dictaduras son similares, por no decir la misma.
¿cuanto hay de parecido entre las practicas de Mohamed VI y y Raul Castro? uno con Zapata y otro con Aimetu. Resulta paradogico: Willy Toledo justificando de hecho la practica de los Mohamed VI, esto es, desprestigiar a las victimas.
Como "daño colateral" siento que "salpique" a un paradigma de causa justa como son las reivindicaciones de la mayoria del Pueblo Saharaui.
Leer el articulo de Rosa Montero sobre este tema